Surtidor de fogonazos

Lezama era un pobre loco y ciego merodeante de las calles de un pueblito de un estado llanero que se llamaba igual que él, cuentan los testigos que la cordura lo abandonó a los catorce años, un día en medio de una tormenta eléctrica agarró un morral, echó dentro cuatro hallaquitas frías, se terció una taparita llena de agua y cogió el monte, estaba convencido de que llegaría a la fuente luminosa donde nacían los relámpagos. Imagino que la encontró porque a su regreso, ya no podía ver.

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