El Reciclador


Pescando metáforas y adjetivos en sorbos de ginebra contaminada con jugo de naranja transcurrían  sus  fines de semana, había tenido la desgracia de tomar siempre la decisión menos acertada para su bienestar físico y psíquico,  más esto le permitía encontrarse con un modo propio de vivir inexplorado antes  por sí mismo, exaltándolo a un estado de introspección  casi perfecto ,-Poeta-, le llamaba alguna gente con la que frecuentaba, ante los ojos de los vecinos del barrio era la más exacta representación de un loco, imagen que se desvanecía al entablar algún trato verbal con él,  lo conocí trabajando en la planta de reciclaje de papel, donde eventualmente me llamaban a reparar las prensas compactadoras. Camiones iban y venían de la capital con un variado cargamento de papel para ser clasificado y empacado con destino a las procesadoras para ser retransformado en papel y cartón de uso común. Apostó todo a su pasión y todo lo perdió el mismo instante en que sin proponérselo, trazó su plan de vida: su afición por las letras, esto lo distrajo de cuanta oportunidad de empleo encontró,  lo apartó de los deberes familiares y le arrebató la cordura exterior; La noche que su mujer lo abandonó llevándose con ella a sus dos hijos, estaba dando los últimos toques a una historia novelada sobre situaciones esquizoparanoides entre parejas, que inexorablemente, siempre concluían en hechos muy dolorosos y destructivos, tenía su fe hipotecada en este proyecto, al grado de descuidar su apariencia personal y costumbres cotidianas, esperaba recibir alguna recompensa de lo que consideraba su obra cumbre, pasaba madrugadas enteras pulsando teclas en una máquina de escribir portátil muy básica y elemental.
Siguiendo las normas de rigor en los concursos literarios citadinos, preparó cuidadosamente  su preciado trabajo, envolvió cada copia en unas finas láminas de poliestireno, con determinado ingenio las expuso ligeramente al fuego de manera que el encuadernado quedara protegido por una capa impermeable y evitar así el deterioro por humedad, y tuvo además la previsión de dejar una especie de lengüeta en la parte superior derecha, con una inscripción en letras muy visibles que decía: “abrase por aquí”, acto seguido se dirigió de incógnito, cual desprevenido mensajero, a la sede donde se recibirían las obras,  y consignó tres copias y tres sobres cerrados con sus datos respectivos en forma virtualmente confidencial. Sentía gran satisfacción por el fruto de aquel trabajo, el cual tituló Figuraciones Edípicas. Pasaron días, algunas semanas en espera del veredicto final. Mientras se vive, hay contracciones de músculos cardiacos, relojes que  se detienen pero aun así, no cesan los parpadeos del sol, hay lluvias, noches y atardeceres  cuando surgen las demandas de todo tipo. El conglomerado existencial humano naturalmente requiere abastecerse no solo de sueños sino que experimenta carencias de carácter alimenticio y digestivo, buscando cubrir estas fisiologías, la alternativa más expedita fue la de emplearse como trabajador a destajo en aquella pestilente recicladora, mientras de noche llenaba hojas por ambas caras con múltiples ideas, esbozando relatos de forma fragmentada, que luego armaba como un rompecabezas y estas tomaban una forma en ocasiones etéreas y en otras muy precisas, que a su juicio constituían una obra de la literatura urbana. El estipendio que recibía por sus horas dedicadas a separar la “basura” de los diferentes tipos de papel  estaba sujeto y en proporción a la cantidad de kilos que definiera los dígitos de la balanza y en consecuencia las sumas resultantes eran de un raquitismo capaz de proveer tan solo aquellas mínimas expresiones de  sus necesidades económicas, el ambiente era un mosaico de olores putrefactos, residuos escatológicos y otras reacciones orgánicas producidas por la mezcla de desechos líquidos y sólidos en descomposición, ergo, la abstracción de  algunos sentidos era cosa imprescindible para el manejo y aceptación  de tales condiciones laborales. Camiones iban y venían depositando su carga de desperdicios dentro del precario galpón, los hombres saltaban como ranas al encuentro del asqueroso contenido, tratando de ubicarse en posiciones desde su punto de vista favorable a la recolección del mayor volumen posible en la menor fracción de tiempo, sin más criterios ni argumentos que una versión del azar más accidentado y retorcido que el de cualquier ludópata.
En medio de esa abstracción que permite a la mente viajar a otras dimensiones y mantener el cuerpo de manera autómata ejecutando rutinas que en algunos casos resultan despreciables, el reciclador se encontró frente a unas cajas en estado intacto, impecables y muy bien selladas con cinta adhesiva, la tarea continuaba sin exigir atenciones mayores a las previstas por la costumbre, sin embargo, al abrir una caja se podía ver algo como unos cuadernos, o monografías, agrupados de tres en tres con títulos tanto subjetivos como enigmáticos que lo obligaban hacer uso de su ser consciente, y colocar su mente y sus sentidos, al menos por algunos segundos, en el lugar del hecho. Impulsado por una sombría curiosidad comenzó a leer entre líneas, notó que se trataba de novelas arrojadas a la basura, tal vez por algún escritor insatisfecho con el contenido, ese sentimiento fue desplazado de inmediato por una ráfaga de desencanto y luego, una ola de angustia al ver que cada conjunto de manuscritos tenían impresos los nombres de diferentes autores, un temblor recorrió todo su cuerpo, su visión se tornó de un gris tormenta, en el corazón sintió como si barrenaran en su justo centro con brocas de acero al rojo vivo, leyó el nombre cien mil veces transitado por los caminos de su mente: Figuraciones Edípicas, su novela presentada al concurso, tantas horas dedicadas, cuantas madrugadas sacrificadas y una familia ausente y resentida se resumieron en una incontenible mezcla de frustración y rabia. Aun forradas, con las tapas impermeables producto de su inventiva, nadie, nadie había ni siquiera intentado abrir las tapas impermeables de poliestireno termoformado para al menos echar un vistazo desganado en su interior, quizá el mayor tiempo que el jurado dedicó examinar su obra quedó resumido en tres palabras en el borde superior derecho, “ábrase por aquí.”

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