Los invasores

Sentirse dueño de un lugar después de pagar alguna cifra con decimales incluidos, es una experiencia que estimula las fibras más adormecidas de nuestros sentidos, ejercemos la libertad de posesión con infinito placer, como señal de triunfo, como esencia de nuestro don de conquista y todos extienden sus felicitaciones y halagos, porque dentro de los conceptos manejados en la sociedad la forma más sencilla de medir el éxito es haciendo una comparación exponencial con el espacio que ocupan los bienes en tu balance contable.

 Atrozmente, para el homo sapiens, no todo los trazos que se ejecutan en la vida se sustentan sobre el papel moneda, sensaciones mas allá de lo material controlan los vertederos de la miseria, si la retrospectiva nos alcanza el resumen de nuestra efímera opulencia y bienestar es un escenario desolador para otras especies que fueron antes que nosotros, el hogar que hoy ocupamos, acicalado de las más dignas virtudes expuestas en comunidad, motivo de justificación de valores, ejemplo de progreso y armonía, en algún momento sirvió de refugio a ágiles multitudes de aves, manadas de mamíferos y reptiles e interactivos insectos que desterramos con inclemente indiferencia ante nuestra legitima necesidad de estar y pertenecer. 

No es un tema exclusivo de antófilos y animalistas debería ser un apéndice de nuestra cultura preservar y considerar la vida de otras especies por insignificantes y despreciables que se nos muestren en la lista de prioridades para el avance de la inmensa maquinaria del progreso, es cómodo y fácil anteponer la utilidad de un andén a los “inconvenientes” que puede causar la compleja existencia de lo que para nuestra percepción es un simple árbol, intentamos atenuar nuestra hipócrita conducta desplazando individuos y poblaciones completas a sitios de confinamiento cuyo diseño es concebido bajo la precariedad propia del desconocimiento atendiendo premisas de origen político más que biológicas, luego nos gavillamos con laureados profesionales del urbanismo para contaminar toda vertiente de agua con los desechos habituales que pueden representar un riesgo para la salud de los seres pensantes, lógico, la relación costo valor no es aplicable cuando el proveedor de la maravilla es la naturaleza, razonamiento comprensible y que además cuenta con el respaldo de las voces más acreditadas de los académicos expertos en cuestiones del desarrollo. 

No creo posible resarcir el daño que se ha causado a otras manifestaciones de vida que tuvieron la desgracia de coexistir con la raza humana, tampoco creo que habrá cargos de ningún tipo, tan solo la inefable realidad de vivir en el caos propio que propician los invasores.

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