El Cristo Azul
Al este del malecón de Choroní, montaron
un enorme Cristo en lo más alto de un cerro cuya vista se extiende hacia el
mar. Se ha dicho que en algunos días muy soleados y secos de los meses de
febrero, marzo y octubre este suele irradiar un haz de luz de una profundísima
intensidad de azul, la cual posee efectos curativos y milagrosos, pero solo
puede recibir sus beneficios quien logre colocarse bajo su alcance. El radio de
acción de dicho efecto luminoso es sumamente inconstante y por ende, difícil de determinar al menos una posición aproximada
en la inmensidad del mar; de allí que el fenómeno tan solo haya podido
apreciarse por unos pocos lugareños en muchas décadas, y es menor aun el número
de personas que han recibido sus favores. Una de las leyendas cuenta que unos
pescadores que regresaban de una pésima jornada pesquera fueron alcanzados accidentalmente por los efectos azules del Cristo, segundo después, cardúmenes inmensos de peces rodeaban la
barca, también se tiene referencia de un niño bizco que pudo enderezar su
mirada tan solo con ver el índigo cielo marino emitido por el Cristo. Jean
Paolo Terso, quien en su haber posee una
vasta experiencia como marino, muy experimentado, y de grandes habilidades en
el campo matemático, asegura conocer un lugar en el mar no muy lejos de la
playa desde donde se puede percibir aquel fenómeno tan inusual en dos, tres, tal vez cuatro veces al año con un margen de error de tres metros y
medios y en fechas distintas e
inconsecuentes, sin embargo no daba garantías de las bondades sobrenaturales de
tal efecto y se tomó la molestia de
explicarnos el evento desde el punto de vista trigonométrico desarrollando las
ecuaciones en un pedazo de papel marrón residuo de una bolsa de las usadas por
los panaderos para envolver el pan, así
también sobre el mismo papel, mostró la hipotética ubicación del área y también
disertó sobre el origen de la luz y su misteriosa tonalidad, argumentando que
todo era producto de microprismas de
nácar que se volatilizaban por contrapresiones sobre el volumen de agua marina
y que las mismas tenían su origen en la
erupción de diminutas piezas de Aragonita que acumularon gases tóxicos en su interior durante su proceso de formación, entonces,
dichos gases debían ser expulsado del
fondo del mar por autoasepsia. De modo que estos microprismas actuaban como
amplificadores sinoidales sobre las desviaciones sufridas por la luz solar, por la interrupción de la
imponente imagen bajo cierto grado de temperatura y humedad. Toda esta cátedra
se llevó a cabo en una acera de la calle Miranda de Choroni con palabras
aderezadas y acentuadas con tragos de una güarapita local. Enio Vandermosth,
quien de por vida siempre tuvo un comportamiento a todo extremo escéptico,
minutos después, destronó una a una todas las teorías expuestas por Jean Paolo,
siempre con un tono conciliador y una seguridad inapelable, reconstruyó cada
función trigonométrica con un trocito de bloque de arcilla escribiendo sobre el
hormigón y al final con voz solemne concluyo que: sí Jean Paolo Terso era un
ser imaginario, entonces por consecuencia, esta historia también debió ser
imaginaria.
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