Superstitio



Subimos por El picacho después de bordear las playas solitarias de isolu, compramos provisiones en el viejo pueblo de Afanares, y emprendimos el camino que conduce hasta Azemaría, lugar donde según Jean Paolo Terso un pirata bucanero saqueador de costas caribeñas a quien apodaban Tàrtago dejo escondido parte del botín en joyas que había arrebatado tiempo antes a los pobladores costeños. El vehículo que nos transportaba nos dejó a unos veintiún kilómetros de Azemaría en la entrada de un camino empedrado que debíamos recorrer en mula por lo accidentado del terreno, caminamos como doscientos metros y llegamos a una choza donde habitaba un viejo tosco que alquilaba bestias y que respondía al mismo nombre de Tosco, por su origen Toscano. 

Las mulas y burros de carga se empleaban para acarrear los insumos necesarios hasta el caserío y extraer las frugales cosechas que se generaban allí, este punto representaba un paso casi obligatorio ya que a ambos flancos del camino no se podía ver mas que un largo desfiladero de piedras que por un lado daba al mar y por el otro al rió Pipo, así que aceptando las unilaterales condiciones del alquiler de las bestias emprendimos cerro abajo destino a aquel poblado; con trato rudo pero cortes el viejo tosco nos despidió, advirtiéndonos que mientras escucháramos el rumor del río, no estaríamos perdidos, también nos obsequio como parte del pacto de arrendamiento una botella de aguardiente con unas raíces y hojas con sabores mentolados dentro, que él llamó -la contra- y que solo debíamos usar en caso de alguna mordedura de culebra ya que abundaban por esos caminos, también explico el procedimiento a seguir en caso de que la mordida fuera a una de las mulas. 

Ya avanzado el camino en no mas unos diez o quince minutos surgió una sugerencia de Enio Vandermosth que a mi me pareció sensata como casi todos los razonamientos de este entrañable compañero y amigo, la misma se exponía en los siguientes términos: ya que nos conducimos por senderos desconocidos y tortuosos en los cuales habitan numerosas víboras y otros insectos punzo venenosos, no es pensar lógico que esperemos a ser atacados para tomar luego el antídoto, lo prudente y altamente preventivo es ir tomando periódicamente un trago de la contra, para que en caso de que alguno de los tres resulte víctima de algún bichejo ya nos encontremos protegidos y así poder sortear con mayor fortuna los peligros a que nos exponemos en este monte, la aprobación de Jean Paolo no demoró en manifestarse y por tanto con dos votos en contra no me quedó otro recurso que apegarme a la mayoría, así que comenzamos a beber sorbos de aquel misterioso brebaje y por consiguiente tres cuartos de botella mas tarde sus efectos no se hicieron esperar, a lo largo del camino cuyo planteamiento inicial no debía pasar de una hora y media considerando el trote de las mulas en una distancia de media maratón. Durante el trayecto, se dejaron oír las múltiples versiones de los tesoros del pirata Tartago y el origen de su seudónimo por parte de los lugareños debido a la amargura de su carácter pero a la vez por su debilidad o blandura física y además comparaban la forma hueca del árbol con su gran torpeza producto de lo vacío de su cabeza, entre cuentos y sentencias se fue extinguiendo la luz del día sin llegar aun a nuestro destino.

Decidimos acampar en una pequeña explanada pedregosa, mientras el nivel de la botella se bajaba al mínimo visible, Jean Paolo hizo mención detallada de la circunstancial existencia de este poblado, en una zona con tan particulares características topográficas y sus conexiones extáticas con unos misteriosos seres de estructura aparentemente invertebrada y gelatinosa de colores ligeramente fosforescente que con maestría dirigían los designios de los habitantes de Azemaria desde hacia muchos años. Decía que nadie, ningún habitante había visto en presencia a estos singulares personajes, pero que en los sueños de los rapaces hacían su aparición, instruían a estos con la misma revelación simultáneamente para que se transmitiera a los mayores con la mayor exactitud y sin contradicciones. 

Estas recomendaciones conducían acertadamente los destinos de sus moradores, durante los sueños se indicaba a los jóvenes las fechas en que se debía comenzar el arado para la siembra, cual era el terreno mas fértil, cuán fuerte podía ser un temporal y alertaba de los peligros de toda índole que pudieran aproximarse al pueblo, incluso dictaban las dosis exactas de las plantas medicinales para curar a los enfermos indistintamente de que se tratase de un niño, persona adulta y hasta de algún animal maltrecho. Esta facultad sobre natural fue la que ayudo a sobrevivir y a doblegar los intentos de piratas y bandoleros de apoderarse de las muy precaria riqueza de Azemaria. Decía Jean Paolo, que en el amanecer siguiente a cada aparición, se dejaban ver rastros brillantes de una sustancia pegajosa y de colores muy atrayentes parecidos a los huellas que dejan los caracoles pero mucho mas densa y mas coloridas aun.

A pesar de la penumbra bajo el sombrero de Enio Vandermosth se podía notar la máxima expresión de incredulidad en su rostro, pero al mismo tiempo conteniendo sus palabras para no distraer la atención de aquella alocución fantasiosa, hacia rato que había tenido su turno de conversar e hizo una cruda referencia de su experiencia ludópata cuando era analista de sistemas en una firma transnacional, contó con rigor, que su afición por los juegos de envite y azar lo habían llevado a inundar los programas para el control estadístico de los proceso de manufactura con números y erradas formulas para calcular la probabilidad de los números de la lotería –me botaron como a un perro- decía con profunda melancolía; jugaba a los caballos pero no por las características del ejemplar ni las cualidades del jinete o preparador, sino que escogía el numero de puesto de partida, según sus cálculos, el ganador lo determinaba la frecuencia con que se repetían los números de puestos de partida al final de cada carrera, así que basado en un resultado probable apostaba al numero resultante en el programa normalmente usado para obtener una avería probable durante algún proceso; luego infería, que si hubiera usado algún programa para tomar las decisiones trascendentales en su vida quizás hoy seria un mendigo o cadáver, -el computador mas potente esta aquí- decía a la vez que colocaba el dedo índice sobre la cien, ahora guardaba un respetuoso silencio, sintiendo que su vulnerabilidad intelectual estaba siendo afrontada por aquel relato cargado de superstición y misticismo multiplicado por la naturaleza del expositor, quien hablaba con una seguridad limitante en excesiva y una convicción absoluta. 

El frío descendió de las montañas y el alcohol saturó nuestra capacidad de digerir enzimas toxicas, un extraño mareo arrastro una especie de somnolencia a nuestros cuerpos, el rumor del rió fue desapareciendo con lentitud hasta las entrañas de un total mutismo, el picor de la grama se transfiguro en una seda confortable olorosa y placentera, la dureza de la roca sucumbió ante el cansancio haciéndose suave y espumosa. Transcurrieron algunas horas, hasta que la neblina con una húmeda caricia en mi mejilla me distrajo del plácido sueño, sentado sobre la grama en su áspera textura real, vi las tres mulas difusamente entre la bruma, no había nadie mas conmigo. 

No recuerdo claramente lo que soñé, pero en mi cabeza revoloteaba como un pájaro impertinente el numero quinientos treinta y cuatro, el río recuperó su sonoridad y en la misma dirección de donde provenía el sonido del impacto del agua contra las piedras se alejaba un hilo de una sustancia pegajosa de color fucsia fosforescente.

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