Mis argumentos naufragaban en un río de ron barato bebido con alevosía, cuando, en la puerta del bar apareció Jean Paolo Terso, en ese momento deseaba creer más en Dios que en el amor de mujeres imperfectas. Ya la afrenta estaba consumada,  no podía rehusarme a la escaramuza, -Vamos a matarnos- exclamó, ofreciéndome un puñal, el ron y la rabia son mas explosivos que la pólvora. A ella no la vi más, pero aun tengo las cicatrices de sus arañazos, ergo no lo soñé y en cuanto a Jean Paolo, de no ser un hombre imaginario, yo estaría muerto. 



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